Las batallas medievales eran guerras libradas más que todo en el periodo de la edad media en el continente Europeo. Las fuerzas militares estaban comandadas por caballeros y divididas en tres tipos de grupos: Infantería, caballería y artillería. Recordemos que estos grupos no contaban con armas de fuego o con vehículos, solo con la fuerza de sus hombres luchando coordinadamente, de acuerdo a las órdenes de sus estrategas.
Entre estos grupos existían dos que jugaban un papel importante, aunque no tenían las armas con las que contaban el resto de sus compañeros: El abanderado y quien llevaba el tambor de guerra. El objetivo de ambos era animar a todos los soldados a avanzar adelante, aun sabiendo que quizás no saldrían vivos de la batalla.
El tambor de guerra le daba ánimo y marcaba el paso de la marcha de todo el ejército, el abanderado mantenía flameando el estandarte, símbolo de la nación o la causa por la que se luchaba. Siempre estaba adelante y su objetivo principal era mantenerla ondeando hasta llegar a colocarla en la parte más alta del lugar de conquista o del campo enemigo.
Ver la bandera que representa a la causa por la que se había luchado flameando en la cima de un castillo conquistado, era algo indescriptible. Era el símbolo que mostraba al mundo un logro hecho por un ejército, era el regalo al esfuerzo, era el premio de una conquista y también la muestra de que todos los que murieron, no lo hicieron en vano.
Cuando a Moisés le tocó pelear contra los amalecitas, envió a Josué a escoger algunos hombres y él se iría al monte a orar a Dios por su victoria junto a Aarón y Hur. Subió allí y cuando oraba con manos levantadas Israel dominaba, pero cuando las bajaba, los Amalecitas dominaban. Viendo esto Moisés se sentó porque estaba agotado y para que no bajara los brazos, Aarón y Hur le sostuvieron los brazos hasta el anochecer y Josué terminó venciendo al ejército enemigo.
En aquel lugar Moisés hizo un altar al que puso por nombre “El Señor es mi bandera.” Éxodo 17:8-16. Versión Dios Habla Hoy.
Los israelitas vencieron porque Dios se levantó en medio de ellos dándoles fuerzas para luchar y dominar a su enemigo. ¡El Señor era su bandera!
Cuando luchamos contra un adversario, ¿cuál es el estandarte que levantamos?; el poder de nuestra sabiduría, la suficiencia de nuestra economía, el vigor de nuestra salud, la lógica de unos buenos consejos, la fortaleza de nuestra experiencia, la estrategia de nuestra profesión o educación, etc. Ninguna de esas banderas es suficiente.
Una vez más, recordemos que solo es Dios quien puede ayudarnos. Levantemos el estandarte de nuestro Señor en el campo de batalla para obtener la victoria que esperamos.
Levantemos la bandera de la santidad, de la oración, de fidelidad, de amor y de gratitud, en medio de la batalla por tu familia, por tu matrimonio, por tus hijos, por tu economía, por tu salud, por tu ministerio.
Salmos 20:5 “Celebraremos así tu victoria, y levantaremos banderas en el nombre del Dios nuestro. ¡Que el Señor cumpla todas tus peticiones...
Amen
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