Antes eras para mí solo un nombre raro, alguien demasiado lejano, demasiado extraño, dentro de mi limitado mundo. Eras como una estrella fugaz, que no todos podían ver, y que el acercarse a Ti era sólo un privilegio de pocos. Eras como una enorme montaña que no podría escalar jamás; eras como el insondable mar que me causaba temor y desconfianza; eras como el sol de verano, demasiada exposición me parecía dañino.
Sin embargo, ahora que te conozco, que no sólo mis oídos te oyeron, sino que mis ojos te pudieron ver, entiendo que Tu Nombre no era raro, sino sublime; entiendo que no estabas lejano, sino muy cerca de mi; que no eras ningún extraño, pues me conociste desde antes que yo naciera; entiendo que no eras como aquellas estrellas fugaces, sino que fuiste Tú quien creó cada una de ellas, para que sean vistas por aquellos que se atreven a mirar al cielo de vez en cuando; entiendo que no eras una enorme montaña a la que nunca podría subir, pues fueron tus manos las que me llevaron a tus alturas y desde allí vi todas las montañas del mundo, más pequeñitas que yo
Entiendo que no eras como el insondable mar que me causaba temor y desconfianza, sino que al sumergirme en el mar de tu presencia, mi vida fue llena de paz y seguridad; entiendo que no eras como el sol a cuya demasiada exposición me resistía, sino que comprendí que necesitaba mucho más de Ti, que necesitaba sobreexponerme a tu presencia, para poder nacer de nuevo.
Señor, a tu lado entendí que si no te hubiera conocido aún viviría atada a mis prejuicios y falsos conceptos, pero ahora gracias a Tí soy completamente libre.
POEMA A JESÚS.
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