jueves, 28 de noviembre de 2013

Cuando yo soy débil, él es fuerte, muy fuerte.


En 2 Corintios 12:9 el apóstol Pablo declara:

"Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo."
Si nos ponemos a pensar en cuántas debilidades tenemos, probablemente no nos alcance la tarde o el día completo para enumerarlas. Yo soy débil, aun cuando creo firmemente en que Dios ha puesto en mi vida muchas situaciones de vulnerabilidad y de prueba.

Pero Dios nos manda a no centrarnos en esas debilidades, sino en la fortaleza que viene de él. Porque ÉL sí es fuerte, y nosotros, amados hijos suyos, lo somos gracias a él, por su misericordia.

Dios no mandó a su hijo, a humillarse, morir en una cruz, resucitar al tercer día, para que tú y yo seamos débiles.
Él nos ha dotado de fuerza para poder ejercer dominio sobre nuestras circunstancias, las cosas no siempre son fáciles, casi nunca, sobretodo las decisiones que tomamos.

Inumerables veces he tomado determinaciones apresuradas, dejándome llevar por mis deseos, poniendo primero mi voluntad y no la de Cristo Jesús. Pero cuando pienso en ello, reconozco que en esos momentos no hice lo agradable a sus ojos, no porque no pudiera, sino porque sencillamente no quise.

Hace dos días una persona importante en mi vida, escuchaba algo de mi historia. Me miró a los ojos, ahogados en mis lágrimas y me dijo con firmeza:
"Tú no eres una mujer fuerte,
eres una mujer de fortaleza por Cristo"
Asenté con la cabeza y apenas hoy que medito en estos versículos lo entiendo, comprendo y acepto.

Dios nunca me ha dado pruebas que no podría superar de su mano, él es mi motivación para lograr victoria sobre mis batallas.

Y como siempre, su poder es el que se perfecciona en mi debilidad!!!



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