jueves, 21 de noviembre de 2013

Creo en Dios

 Conozco su presencia asombrosamente fiel. Se acerca a mí a través de mis preguntas, mis dudas, él, el Dios que se hizo hombre, el Resucitado vencedor de la muerte, el Dios vivo. Creo en él, pues vivo del gozo que experimento al ser consciente de sus dones. El hecho de conocer mis faltas no impide esta alegría, pues deposito mi confianza en la compasión y en la fidelidad de Jesús.
Es sobre todo en medio del sufrimiento cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios; en medio del mayor sufrimiento, es decir, cuando los que amamos sufren y no podemos ayudarles. Ante situaciones así, toda sabiduría humana parece insignificante. En medio de esto sólo podemos hallar la paz en el amor de Cristo y al aceptar seguirle. Por nosotros solos somos incapaces de dar lo que nos gustaría dar. «¡Señor, abre nuestro corazón al verdadero amor, y que se haga tu voluntad!».
No podemos vivir sin amor, y sin la ayuda de Dios no podemos pretender amar. “Si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (1 Corintios 13:3). Mi esperanza en Dios se expresa por medio de la oración; y por débil que sea mi oración, ella es la experiencia y manifestación de esta comunión que conduce al Dios que busco, Aquel que enseña a amar».



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