jueves, 10 de octubre de 2013

Que nada te impida a ser libre

Posiblemente algún lector diga: "si Dios es tan tierno en misericordia hacia quienes vienen a Él a través de Cristo, me gustaría poder explicar por qué Su misericordia no se ha extendido a mí. He estado buscando al Señor durante meses; voy a Su casa cuantas veces puedo; me deleito cuando se predica el Evangelio, y anhelo que ese Evangelio sea bendecido para mí; he estado leyendo las Escrituras, y he estado investigando para encontrar promesas preciosas que se apliquen a mi caso, pero no puedo encontrarlas. He estado orando durante mucho tiempo, pero mis oraciones permanecen todavía sin ninguna respuesta. No puedo obtener la paz; quisiera encontrarla. He estado tratando de creer, pero no puedo hacerlo."

Bien, amig@ mí@, déjame contarte una historia que escuché el otro día; no puedo garantizar que sea verdadera, pero en este momento me servirá de ejemplo: se trata de dos marineros borrachos, que querían atravesar un estrecho estero escocés. Se subieron a un bote y comenzaron a remar, completamente borrachos, pero no podían avanzar. La otra orilla no se encontraba lejos, de tal forma que debían alcanzarla en quince minutos, pero ya había pasado una hora y no llegaban, y ni siquiera lo hicieron en varias horas. Uno de ellos dijo: "yo creo que el bote está embrujado;" el otro comentó que él creía que los embrujados eran ellos, y yo supongo que en efecto lo estaban por todo el licor que habían ingerido. Al fin, apareció la luz de la mañana; y uno de ellos, que había recuperado la sobriedad para ese momento, miró por sobre un costado del bote, y le gritó a su amigo: "¡caramba, Sandy, nunca levaste el ancla!" Ellos habían estado remando durante toda la noche, pero no habían levado el ancla.

Ustedes se ríen por su insensatez, y no lamento que lo hagan, pues ahora pueden captar el significado de lo que estoy diciendo. Hay muchas personas que, por decirlo así, están remando con sus oraciones, y con su lectura de la Biblia, y con su asistencia a la capilla, y con sus intentos de creer; pero, como esos marineros borrachos, no han levado el ancla. Es decir, están aferrados ya sea a su supuesta justicia propia, o se están colgando del algún viejo pecado que no pueden renunciar. ¡Ah, mi querido amigo! Debes levar el ancla que te liga a tus pecados o a tu justicia propia. El ancla, todavía hundida en el fondo y fuera de tu vista, es la única responsable de todo tu trabajo perdido y de tu ansiedad infructuosa. Levanta el ancla, y pronto habrá una solución feliz para todos tus problemas, y encontrarás que Dios está lleno de entrañable misericordia y abundante gracia inclusive para ti. ¡Que así sea por nuestro Señor Jesucristo! Amén.



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